Currilla Vazquez

27 noviembre 2010

El Ama De Casa


Se levantan los hijos y la llaman
bienaventurada;
Y su marido también la alaba:
Muchas mujeres hicieron el bien, más
tú sobrepasas a todas.

Proverbios 31: 28

Las amas de casa somos el colectivo más
numeroso que existe en el mundo.
Es un trabajo sin sueldo.
Carecemos de los mínimos derechos
sociales que corresponden a cualquier trabajador.
Tareas como:
Hacer las camas, asear a los niños, llevarlos al cole
y recogerlos, barrer y fregar el suelo, limpiar el
polvo, hacer la compra, preparar la comida, poner y
quitar la mesa, limpiar cacharros, coser, lavar, tender
y planchar la ropa, ayudar a sus hijos con los
estudios, cuidar las plantas, sacar la basura, asistir a
reuniones de vecinos y reuniones escolares, atender
a nuestros ancianos... etc.
Es un trabajo que ocupa la totalidad del día, más...
"Horas extras por las noches" cuando hay niños pequeños
o algún miembro de la familia se encuentra enfermo.
La actitud de que el trabajo que realizamos es insignificante
es muy común entre nosotras, "las amas de casa"
Quizás pensamos que nadie nota nuestros esfuerzos, y eso
puede hacernos sentir personas pequeñas que llenan
lugares pequeños, pero..........
¡¡Que equivocadas que estamos!!
Dios nos ha dado a cada una de nosotras habilidades
únicas, y dones especiales para servirle.
El cuidado de otros es un elevado llamado y una tarea difícil.
El problema es, que algunas veces... No podemos más:
Simplemente, nos sentimos... ¡agotadas!
¿Has llorado alguna vez, por sentirte como un limón exprimido?
¿Has dado tanto de ti misma que crees que ya no te queda nada?
¿Has deseado alguna vez, que el cielo se abriera por unos
unos instantes, para poder captar una visión fresca de Dios
y tener ánimo para seguir adelante?
Yo me he sentido así muchas veces.
Cuando damos, sólo de nosotras mismas, no ayudaremos
mucho a las demás personas porque nos iremos secando.
Pero hay una fuerza que proviene del Señor para ayudarnos
a cuidar de aquéllos que amamos y que nos necesitan.
Es la oración.
A través de la oración, podemos entrar en la tranquilizante
presencia del Señor y encontrar fuerza para continuar.
Yo he aprendido a reconocer cuando el Señor me está
llamando para estar un tiempo a solas con Él.
En su presencia me vuelvo a llenar.
Luego doy lo que he recibido y nuevamente me
encuentro vacía.
Entonces tengo que volver a llenarme.
Es un proceso continuo para siempre estar llena.
Sólo entonces:
Tengo mucho para dar.

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *


Nadie más puede hacer el trabajo
que Dios tiene para ti.
Llénate en su presencia.

2 comentarios:

  1. Precioso blog. Mis felicitaciones y saludos.

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  2. Que el señor, siempre guie su vida y la siga iluminando con esa infinita bondad que se que posee su corazón, y gracias por visitar mi humilde blog... Cariños Hiris

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