Currilla Vazquez

16 octubre 2010

Suspiros... Por Una Casa


En la casa de mi Padre muchas moradas
hay; si así no fuera, yo os lo habría dicho.
Voy, pues, a preparar lugar para vosotros.


Juan 14: 2

Un deseo universal que supera todas las culturas
y las épocas es el de tener una casa, un hogar.
Normalmente la casa es el lugar donde todos
encontramos seguridad e intimidad.
En ella nos sentimos amados, y rodeados
de nuestros seres queridos.
Cuando los que habitan una casa están en paz
con Dios, su hogar desempeña un gran papel.
En ella Jesús es honrado y amado.
Este deseo de un hogar refleja otro deseo:
Un lugar de descanso para nuestra alma.
Nuestra mente, tan a menudo inquieta y agitada, aspira
a una verdadera y perdurable tranquilidad.
¿Sabe usted que este lugar existe?
Es la casa de Dios.
Algunas horas antes de dejar a sus discípulos, Jesús
les habló de la casa de su Padre, de la presencia de
Dios, y la plenitud de gozo.
El camino para acceder a la casa de Dios es único:
Es Jesús mismo.
Sólo por medio del Señor Jesucristo, y su redentora
sangre derramada en la cruz del calvario, podremos
conocer a Dios como nuestro Padre.
Porque con una conciencia cargada de pecado, no
se puede acceder a la presencia de Dios.

¿Tienes ya asegurado tu lugar, en la casa del Padre?


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